viernes, 18 de abril de 2008



Hay cosas que pasan inadvertidas en la vida, solo suceden sin que modifiquen el curso de los acontecimientos. Pero hay otras que empiezan de igual manera, con la insignificancia de un simple momento trivial, vago y cualquiera. Pero a lo largo de la historia, de cualquier historia, la que a uno le importe, toman una trascendencia vital, trasformándose en el hilo conductor de los demás acontecimientos. A lo largo del tiempo van tomando cada vez más relevancia y a veces nos atrapan de tal manera en que no podemos escapar de ellos. Deviniendo en todo lo demás. Formando el paradigma de comprensión para este presente siempre consecutivo.

Así a veces son los encuentros casuales entre un hombre y una mujer.

Lo cruel es que estos momentos solo pueden comprenderse hacia atrás. La vida se vive hacia delante, pero solo se entiende mirando hacia atrás. Esta es la madre de todas nuestras penas. Aquel momento vivo en nosotros pero cadáver del tiempo, que una y otra vez vuelve a mojarnos el alma, como una ola en la playa que erosiona y modifica imperceptiblemente lo que toca. Así son los momentos felices del pasado. Necesarios para entendernos, pero crueles con esta persona diferente que ahora somos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Soy de las que piensas que todo, absolutamente todo en la vida, pasa por algo, que quizás no sabemos ahora, o en el momento en que pasa, pero después de un tiempo comprendemos. No en vano alguien digo que hace falta distanciarse de las cosas para entenderlas.


Salud !