
Somos seres simples y complejos al mismo tiempo. Demasiado simples para comprender nuestra complejidad. Y demasiado complejos para entender la simplicidad. Porque lo complejo es suma de simpleza y entender lo simple es demasiado complejo, es por ello que deberiamos aceptar sin cuestionar a lo simple. Cuestionandolo lo volvemos complejo nuevamente.
Pero lo simple nos resulta mas hermoso porque facilmente logramos disfrutarlo entero, abarcalo, entenderlo, poseerlo. Es precisamente por eso que tendemos a simplificar el mundo en que vivimos dejando de lado lo que no es necesario entender. Nos movemos, x=xo + v.t + a.t^2. Simple, hermoso, perfecto. ¿Perfecto? Si, con la salvedad de ser aplicado a un mundo ideal, lleno de supuestos que la realidad no nos muestra, lleno de mentiras que necesitamos creer.
¿Son tan simples son la cosas que consideramos simples? ¿El agua que baja por la montaña, un flor? ¿ Los besos, el amor? Cuantas millones de celulas nerviosas se activan para poder percibir el roce de los otros labios y devolvernos aromas, gustos, texturas, en sentimientos, que magicamente se transforman, en un sentimiento total. ¿Es tan simple ? Cuantos millones de años de evolución debieron pasar para que exista una célula, cuantos para que ellas se agrupen en estructuras simples y cuantos mas para devenir en formas complejas capaces de generar sistemas nerviosos que trasmitan tu ser a mi ser. No, no es nada simple.
Pero ahí es donde interviene la magia de transformar esos millones de años en ese simple momento. porque de alguna manera olvidamos el resto y solo queda eso. Como ese cielo azul que todos vemos, que ni es cielo ni es azul, lastima grande que no sea verdad tanta belleza, pero a quien le importa !
Y esas cosas, esas tan complejas, que por alguna magica manera logramos verlas tan simples son las que transforman una existencia en felicidad.
Son esas cosas simples que solo sabes sin poder justificar. No hace falta analizarlas, porque son demasiado complejas como para entender. Nos llenan tanto que somos capaces de olvidar el resto. ¿Quien alguna vez recostado bajo un tibio sol de primavera no se ha olvidado hasta de su propia existencia?